Se le considera uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo xix no solo en España y un narrador capital en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser propuesto por varios especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes.
Llegó a ser propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912 pero su radical anticlericalismo provocó que fuera asediado y boicoteado con éxito por los sectores más conservadores de la sociedad española representados en el catolicismo tradicionalista, que no reconocían su valor intelectual y literario.
Benito
Pérez Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843, hijo de Sebastián
Pérez, teniente coronel del Ejército y de Dolores Galdós. Desde niño (Infancia en las Palmas) fue aficionado a la
música, al dibujo y a la literatura. Es en opinión general, el mayor novelista
español después de Cervantes.
A
los diecinueve años se traslada a Madrid (en Retrato familiar y social: Galdós, ciudadano de Madrid; Huellas del Madrid Galdosiano; el Madrid Galdosiano). Allí conocería a don Francisco Giner de los Ríos, fundador de la
Institución Libre de Enseñanza, quien le alentó a escribir y le orientó hacia
el krausismo. Durante los primeros años de su estancia en la corte frecuentó
redacciones y teatros. Escribió en La Nación y en El
Debate.
La Fontana de Oro (1870), La sombra (1871) y El audaz (1871) fueron los títulos de sus primeras novelas, que revelan todavía una influencia del Romanticismo. Publicó artículos (en La obra: Fronteras entre novela y artículo periodístico; Galdós periodista) políticos en la Revista de España y algo de ellos, así como el ataque al régimen anterior a la Revolución de 1868 y el inmovilismo de la tradición, se plasma en sus obras de tesis de la misma época: Doña Perfecta (1876), Gloria (1877), La familia de León Roch (1878) y Marianela (1878).
Abre
el camino al Naturalismo con La desheredada (1881), la
primera de sus novelas contemporáneas a la que le seguirán El doctor centeno (1883), Tormento (1884)
y La de Bringas (1884). El amigo manso (1882) es una
de las creaciones más originales de Galdós. Lo prohibido (1884-85) es la
novela galdosiana más impregnada de Naturalismo. Fortunata y Jacinta de
1886-7 es un vasto mural donde la historia, la sociedad y el perfil urbano de
Madrid sirven de fondo a un argumento que presenta a dos jóvenes enamoradas del
mismo hombre.
De
su vida íntima sabemos que tuvo una hija ilegítima y amoríos con Emilia Pardo Bazán (en Epistolario: Cartas con Emilia Pardo Bazán). Nunca se casó
pero plasmó su tipo ideal de compañera en una mujer ya mayor: Teodosia
Gandarias (en Epistolario: Cartas a Teo; Cartas a Teodosia Gandarias), en el drama Pedro
Minio (1908). Constantemente predicó un tipo de amor más
libre, que veríamos en Realidad y Tristana,
aunque se opuso a las costumbres demasiado licenciosas.
En
1873 aparecieron las dos primeras series de los Episodios nacionales. Leyó
a Balzac (en Retrato familiar y social: Galdós y sus contemporáneos europeos), a los
novelistas rusos y a Dickens de quien tradujo Pickwick papers. Aprovechó
las rápidas apreciaciones e indicaciones sobre sus países. Acusó a los
escritores contemporáneos de incapaces de describir la vida de su tiempo. Sólo
excluyó de sus ataques a Fernán Caballero y a José María Pereda. Urgió a los otros
escritores a tomar las grandes conclusiones de los problemas sexuales y
espirituales de la clase media urbana de su época como principal fuente de
inspiración. Sus últimos escritos teóricos añaden poco a estas ideas. Merecen
citarse el prólogo a El sabor de la tierruca de
Pereda, un memorial dirigido a la Real Academia Española y el prólogo a la
tercera edición de La Regenta,
de Clarín.
Al
final de la década de los 80 y a comienzos de la siguiente publica Miau (1888), La incógnita (1889), Torquemada en la hoguera (1889), Realidad también
en 1889 y Ángel Guerra de 1891, en
donde experimenta una nueva manera de novelar. Los problemas éticos aparecen en Tristana (1892), Nazarín (1895), Halma (1895) y Misericordia (1897).
Frecuentemente (como en Nazarín o Misericordia),
sus novelas parecen recordar a Dostoievski. Su penetración psicológica ha sido
igualada pocas veces. Entre sus características más definidas se cuentan un
estilo personal vigoroso y muy marcado; un gran conocimiento de la locura y la
esquizofrenia (no hay que olvidar su interés por Don Quijote)
raramente preciso; un efectivo y sistemático manejo del simbolismo (evocador de
su propia desilusión por la debilidad de España) y una conmovedora lástima por
la gente que pretende elevarse de la bondad a la santidad.
Las
obras dramáticas de Galdós (en La obra: El teatro de Galdós, representaciones en blanco y negro)
fueron frecuentemente críticas por tener un carácter esencialmente novelesco.
Ciertamente, adaptó para el teatro sus propias novelas Realidad en 1892, La loca de la casa en
1893, Doña Perfecta en 1896, El abuelo en
1904 y otras, que fueron acogidas con éxito por el público y por la crítica. Electra, por motivos políticos o,
en todo caso, extraliterarios, constituyó un acontecimiento nacional. El autor
nunca había sido tan serio, tan cuidadoso y preocupado como en estos dramas.
Hemos de indicar que estas cualidades se hallaban en el teatro español de aquel
tiempo. Su influencia para la escena posterior fue benigna. En sus últimos años
la oposición creciente se vio patente en la candidatura rechazada y poco
después aceptada de la Real Academia. Le dolió que la generación del 98 no le
considerara su mentor. La concesión del premio Nobel de literatura a Echegaray (autor muy inferior y de escasa
valía) lo consideró un mazazo a la mejor literatura española de su tiempo. En
1912 quedó ciego (en Los últimos años: La ceguera), aunque no por ello sufrió menos
la insolvencia en sus últimos años. Por entonces escribió una tercera, cuarta
y, finalmente, quinta serie de Episodios nacionales entre
1898 y 1912; de la última serie únicamente aparecieron seis volúmenes, quedando
así incompleta.
En cuanto a su vida
política fue elegido diputado a Cortes por Guayama en 1886. En 1907 encabezó la
lista a la candidatura de la Conjunción Republicano-Socialista por Madrid.
La
labor de Benito Pérez Galdós fue la de transformar el panorama novelesco español
de aquella época. Dejó al lado el romanticismo y avivó el realismo español,
dotando tanto de una gran expresividad a la narrativa como de nuevas formas
aptas para el entendimiento del mundo y de la obra.
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