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Joaquín de Luz se despide en el Lincoln Center derrochando encanto

El bailarín español protagoniza su último acto tras 15 años con el New York City Ballet.





El teatro de la danza que luce el nombre del magnate David H. Koch en la plaza del Lincoln Center ha sido escenario de eventos memorables. El de este domingo fue excepcional. El bailarín español Joaquín de Luz se despidió del exigente público neoyorquino 15 años después de debutar con el New York City Ballet con una formidable actuación llena de energía y encanto. Se va dejando un vació emocional difícil de llenar en un momento complejo de transición para la compañía.
Con el ambicioso programa de su función final celebró a los coreógrafos que definieron su carrera. El bailarín madrileño lideró en su despedida Theme and Variations, de George Balanchine, cofundador del City Ballet. Con A Suite of Dances rindió tributo a Jerome Robbin, otro de los padres de la compañía. El cierre lo dejó para Peter Martins, su último maestro en jefe, con el tango Todo Buenos Aires. El repertorio incluía Concerto Barocco de Balanchine, de sus preferidas, en la que no actuó.
Joaquín de Luz, de 42 años, se formó en la escuela de danza de Víctor Ullate. Bailó para la compañía madrileña entre 1992 y 1995. “Desde que era niño tuvo una luz, un aura”, comentaba el maestro mientras recordaba con emoción como creció el artista, “el que tenga un hijo lo entenderá”. En agosto de 1996 comenzó la aventura americana como solista en el Pennsylvania Ballet y un año después formó parte del grupo de danza del American Ballet Theatre en Nueva York.
En 2003 cruzó Broadway al Lincoln Center para sumarse al NYCB como solista. Quería trabajar como fuera con Peter Martins. Hasta este domingo era uno de sus 20 bailarines principales. El amplio repertorio que realizó durante todo este tiempo incluye interpretaciones para August Bournonville, Justin Peck, Alexei Ratmansky y Christopher Wheeldon. Su carrera incluye también el papel original de Tybalt en Romeo + Juliet de Peter Martins y acaba de resucitar en Suite of Dance.
“Te echaremos de menos”, se podía leer en el mensaje de despedida que el NYCB colgó en Twitter coincidiendo con su último acto. El National Dance Institute también le deseaba lo mejor antes de empezar a marcar por última vez en el escenario sus movimientos rápidos, precisos y sinceros, sin esfuerzo. “Actúa como si fuera nada”, comenta Ullate tras el tercer acto, mientras destaca como la melodía del chelo de Ann Kim se funde con su cuerpo, “es un artista muy versátil”.
La puesta en escena duro más de dos horas. Hubo capotazos con una bandera española y los últimos compases fueron unas sevillanas improvisadas con su madre. Su despedida no llega en un momento fácil. El grito que hace un año se alzó con el movimiento #MeToo también retumbó en el City Ballet, en una de sus múltiples forma. Martins dejó en enero la dirección artística tras ser acusado de abusos, dejando su futuro en manos de figuras como De Luz. Y en septiembre, una bailarina demandó a la dirección por condonar un clima de excesos hacia las mujeres.

Una sonrisa contagiosa



Como señalaba el rotativo The New York Times en un amplio reportaje dedicado al artista madrileño, el San Fernando de Henares destacó entre sus pares gracias al temperamento, el drama y la chispa que imprimía a su danza. En la escena mostró siempre un acento muy original. “Una mezcla de ataque, extroversión y bravura”, resume nada más arrancar el artículo. Pero como demostró en su último acto, el físico no es todo en danza y tenía una capacidad natural para llegar a la audiencia.
Joaquín de Luz mostraba en el escenario un ritmo, una musicalidad y actitud muy diferente de la de otros artistas que integran la compañía de danza. Su altura fue un problema pero no un impedimento para estar en la cima. Y con su sonrisa permanente contagió al público de la ciudad más frenética del mundo. Aunque dice sentirse americano después de tantos años fuera de España, la sangre que lleva dentro puede más. Por eso no descarta la posibilidad de volver algún día a casa.
La retirada del escenario, como dice Ullate, llega en el momento adecuado. “Hay que saber cuando poner el fin”, insiste, “la gente le recordará como lo vio esta noche”. Aunque se anunció a final de junio, lo decidió hace tiempo mirando a su edad, antes de que el escándalo azotara los resortes de la institución. Se va, en todo caso, dejando un vacío importante en el City Ballet. Tres bailarines principales fueron despedidos en los últimos meses y otro acaba de lesionarse.
Reconoce que trabajar bajo otra dirección habría sido extraño, por la estrecha amistad que tenía con Martins. El abandono no es total. Ahora pondrá su experiencia artística, técnica y física –superó importantes lesiones- a formar a futuras estrellas. A final de mes inicia un programa experimental de ballet en la Academia de Música en Brooklyn. Mezclar disciplinas, afirma, siempre le llamó la atención. Después dará clases en la Escuela Jacqueline Onassis y en el estudio ABT.
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