De 30.176 residentes, el 53% (15.852) presenta IgG (los anticuerpos de larga duración); también lo hace el 37% (8.398) de los 27.437 empleados a los que se ha testado. Estas cifras, explicó ayer el director general de Coordinación Sociosanitaria Francisco Javier Martínez Peromingo en rueda de prensa, han permitido clasificar las residencias según la seroprevalencia para determinar el riesgo al que se enfrentan de cara a esta segunda ola en la que Madrid entró a finales de julio y en la que mantiene una curva descendente de contagios e ingresos hospitalarios, lenta; y una meseta tanto en las unidades de críticos como en el número de fallecimientos, los dos indicadores más fiables para evaluar la situación.
Ayer, la región notificó 1.744 nuevos casos e incorporó a la serie histórica 2.347; 42 personas murieron en las últimas 24 horas. Los hospitales tenían 2.227 pacientes ingresados en planta y 465 ocupaban las unidades de cuidados intensivos —según la Sociedad de Medicina Intensiva de Madrid, que recoge y publica los datos de sus pacientes a diario—. Con ese contexto, que refleja una alta transmisión comunitaria del virus, es más óptimo tomar medidas “con la mayor y mejor información posible”, dijo Peromingo.
Un semáforo para evaluar el riesgo
“Este estudio ha servido para poder evaluar y determinar en qué situación se encuentra cada centro”. La clasificación se ha hecho en tres niveles. Residencias con inmunidad alta —aquellas que tienen el 70% o más de sus usuarios con IgG positiva—, de las que hay 129 centros, un 25,9%. Las que tienen inmunidad media —cuando entre el 50% y el 70% de los residentes tienen anticuerpos—, de estas hay 139, el 27,9%. Y con inmunidad baja —cuando hay menos de un 50% de usuarios que presentan IgG positiva—, hay 230, el 46,2%.
“De estos niveles dependen las medidas que se vayan tomando, como las entradas y salidas de esos centros o la flexibilidad en las vistas, ampliando en los que tengan mayor inmunidad o reduciendo en las que presenten menos”, explicó Peromingo.
Las residencias, mayoritariamente las de ancianos, supusieron el punto más negro de la primera ola: ancianos que murieron solos y los que nunca pudieron llegar al hospital por el colapso del sistema, residencias que se blindaron cuando la covid ya estaba dentro y las más de una docena que fueron intervenidas por el Ejército. Madrid cuenta con 473 de estos hogares para mayores y, en total, junto a otros centros como los de atención a personas con discapacidad, la Comunidad tiene 710 espacios sociosanitarios; aunque es difícil determinar cuántas personas viven en ellos.
La Consejería de Sanidad no facilita este dato y las últimas cifras que se aportaron, en primavera, eran confusas. Mientras que el área de Políticas Sociales aseguraba que los residentes eran más de 50.000 solo en centros de ancianos (con un cupo de plazas habilitadas de alrededor de 52.000), la de Sanidad aseguraba que, en total, en esos 710 centros vivían 44.312 personas.
Esta segunda ola del virus es diferente. Tanto profesionales como residentes tienen mayor protección y el conocimiento sobre el virus ha permitido tomar medidas para atajar los contagios. Aún así, entre el 1 de agosto y el 23 de octubre ha habido al menos 101 fallecidos en centros sociosanitarios de la región. Aunque esos datos “solo se refieren a fallecidos por civid en las residencias y se excluyen a los fallecidos que fueron trasladados de la residencia al hospital antes de su fallecimiento”, apunta el informe del Observatorio Actuar Covid, publicado este jueves.
En La Paz, por ejemplo, en esas mismas fechas hubo 17 defunciones de personas residentes en los centros del área que cubre ese gran hospital: 16 en el hospital y una en una de las residencias. “Podemos afirmar”, redactan este grupo de 1.104 médicos de todas las especialidades de Madrid, “que actualmente se están derivando al hospital desde las residencias las personas mayores con infecciones graves por covid [algo que no ocurrió en muchas ocasiones en la primera ola por la saturación de los hospitales] y solo una minoría de los residentes” mueren en los centros en los que viven. “No es admisible que la Comunidad de Madrid no aporte los datos precisos sobre esta situación tan dramática y tan importante para evaluar y gestionar la pandemia”, escriben estos profesionales, que también alertaron la semana pasada sobre el número de brotes que se producían todavía y la alta infección que se estaba produciendo entre los trabajadores.
Brotes en residencias
En la segunda quincena de septiembre “el 27% de las residencias de mayores de la comunidad, 130, había tenido brotes activos”, cifraba este equipo de especialistas. Y, dicen, “siguen en aumento, cuando el objetivo es prevenir todos y cada uno de los brotes”. En este momento, la Dirección General de Salud Pública tiene identificados 19 brotes activos en residencias de mayores con 334 casos. Y el análisis de estos eventos de contagio realizado en el estudio “ha corroborado aquello que ya se sabía”, dijo Peromingo: “Los centros con una inmunidad más baja tienen más probabilidad de tener un brote y más grave”. De los 51 que se estudiaron, 29 se dieron en centros con una baja presencia de IgG entre sus residentes; 14 en los que había inmunidad media y ocho en los que había inmunidad alta.
Entre los empleados, el mayor riesgo está “entre las auxiliares de Enfermería”, según informan desde el Observatorio. En este sentido, a raíz del estudio de seroprevalencia se ha puesto en marcha un cribado con test de antígenos entre los profesionales “de los centros sociosanitarios que presentan una inmunidad por debajo del 40% y que cuenten con servicio de Enfermería” —aunque no explican qué ocurre en aquellos que no cuentan con este servicio—, para “identificar precozmente al personal asintomático con la intención de que en el caso que se produzca la infección, se adopten las medidas correspondientes para minimizar el daño potencial a los residentes”.
Las cifras de fallecidos en los centros sociosanitarios de la región son, ocho meses tras el comienzo de la pandemia, aún un misterio. Solo se conoce cuántos mueren por covid-19 dentro de las residencias: hubo 5.954 en la ola de primavera y ha habido al menos 101 desde que comenzó la segunda, el 26 de julio. Pero ni en la primera ola ni en esta segunda se ha sabido cuántos fallecen dentro de los hospitales porque la Comunidad no quiere facilitar ese dato. La Dirección General del Proceso Integrado de Salud, en respuesta a una solicitud de acceso información pública, llegó a asegurar a este periódico que “la aplicación que recoge los datos del enfermo cuando ingresa en el hospital no dispone de ningún campo codificado que indique que el domicilio habitual del paciente sea una residencia”. Sin embargo, según ha comprobado este diario, los hospitales de Madrid saben desde dónde llegan sus pacientes y algunos tienen incluso un icono específico para estos enfermos.
Dentro del propio Gobierno tampoco se ponen de acuerdo en el número total de fallecidos en residencias. Las consejerías afectadas por la crisis en estos centros, la de Políticas Sociales y la de Sanidad, usan dos métodos de contabilidad distintos. La primera cuenta a muertos con test positivo de covid-19 y a los que murieron con síntomas pero sin diagnóstico, lo que tiene sentido ya que durante un largo período no hubo pruebas diagnósticas suficientes para poder realizarlas a todos. La segunda consejería tiene un dato menor porque se basa en la información de los certificados de defunción. Muchas veces estos documentos calificaron como “parada cardíaca” lo que en realidad era una muerte causada por la covid-19.
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