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81 años después de la muerte de Federico García Lorca

Autor: Jose Antonio Muñoz



Nunca supo con certeza si pasaría a la posteridad. En la entrevista que sería la última, publicada el 10 de junio de 1936 en el diario El Sol de Madrid, decía: «Escucho a la naturaleza y al hombre con asombro, y copio lo que me enseñan sin pedantería y sin dar a las cosas un sentido que no sé si tienen». Fue dejando amigos por doquiera que anduvo, de eso sí que estuvo seguro. Y hoy, 81 años después de su muerte, quedan para la posteridad miles de lugares sobre los que se derrama su nombre: Federico García Lorca.

En las cuatro esquinas del mundo, si contamos el número de calles, bibliotecas, centros socioculturales y teatros, colegios o salas expositivas que llevan el nombre del fuenterino podemos perder la cuenta y la noción del tiempo. Una búsqueda en ese ágora del siglo XXI que es Internet arroja resultados muy variopintos.

En cuanto a la situación geográfica, después de Andalucía, probablemente la comunidad que aglutina un mayor número de lugares que se llaman García Lorca sea la de Madrid. No es raro, dado que la presencia del poeta en la capital de España fue constante, ya que, aunque adoraba Granada y a su familia, abjuraba en ocasiones del ambiente provinciano que se vivía en aquella capital de la Alhambra de los años 20 y 30 del pasado siglo. Bajo un rótulo con el nombre de Federico buscan horas de pasión lectora los habitantes de localidades como Torrejón de Ardoz o Rivas Vaciamadrid, por citar sólo dos ejemplos. Pero no son las únicas: ciudades tan distantes como Santa Cruz de Tenerife o Huelva también cuentan con centros de lectura que recuerdan al autor de 'Yerma'. Pero hay muchas más: Villanueva del Ariscal (Huelva), Montrove (La Coruña), Ofra (Tenerife), Gibraleón (Huelva), Los Barrios (Cádiz)... Tampoco faltan centros de lectura en Hispanoamérica, como el del municipio de Apartadó, en Antioquía (Colombia), auténtico núcleo de dinamización cultural en la comarca, por el que cada día pasan centenares de personas.


Empero, la más exótica, por lejana, de las bibliotecas dedicadas a la memoria de Lorca es la del Instituto Cervantes de Tokio. Una moderna infraestructura que concentra buena parte de la actividad cultural que en torno a lo hispano se desarrolla en la capital del Imperio del Sol Naciente.

Y ello sin olvidar, por supuesto, la biblioteca de su pueblo natal, Fuente Vaqueros, inaugurada por él mismo en 1931, unos meses después de la proclamación de la República. Una infraestructura que fue objeto de uno de sus más famosos discursos, donde dijo: «No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos».
Arquitectura de vanguardia

Con todo, quizá la más espectacular de las infraestructuras para la difusión cultural que llevan el nombre de Federico sea la Mediateca de la ciudad francesa de Montpellier. La capital del departamento de Hérault creó un moderno edificio, diseñado por los arquitectos Pascal Boivin y Claudie Brossous, en la avenida de Palavas, en cuyo exterior aparece el nombre de Federico con su fecha de nacimiento y muerte y uno de sus más conocidos retratos. Su espectacular concepción (sobre una base de edificio rectangular se coloca una cubierta ovoidal), es, según los responsables del consistorio francés, un homenaje a las formas expresivas del poeta. En su interior, el visitante tiene la posibilidad de encontrarse con la cultura en sus más diversas formas. Un funcional y artístico edificio, en consonancia con una ciudad en la que, por poner un ejemplo, el Ayuntamiento es obra de Jean Nouvel.


Teatros de capitales como Montevideo, Asunción o La Habana se dedican a honrarle

Y si el acceso a la cultura fue una de las grandes preocupaciones de Federico, la educación fue otra. Y su memoria se ve reflejada en centenares de colegios, repartidos por toda la geografía española. Muchos de ellos, una vez más, ubicados en la comunidad madrileña: Alcobendas, Colmenar Viejo, Boadilla del Monte, Las Rozas, Leganés, Móstoles, Majadahonda, Camarma de Esteruelas... Y luego, en localidades como Fortuna (Murcia), Alcalá de Guadaira o Puebla de Cazalla (Sevilla), La Pola de Gordón (León), Málaga, y múltiples poblaciones de las ocho provincias andaluzas. Y en el extranjero, también. De hecho, el colegio español de París, situado en la céntrica Rue de la Pompe, se llama Federico García Lorca. Este es un centro que sigue el sistema educativo español, y que es muy demandado por los compatriotas que han fijado su residencia en la capital gala.
García Lorca, a escena

Federico ha alcanzado fama mundial no sólo por la calidad de su poesía, sino por la de su dramaturgia. Tanto sus obras populares -'La casa de Bernarda Alba', 'Yerma' o 'La zapatera prodigiosa'-, como las de su etapa surrealista -'El público' o 'Así que pasen cinco años'-, son conocidas y representadas habitualmente en festivales como el de Edimburgo, Avignon o Río de Janeiro, por citar algunos. Y no son pocos los teatros y salas escénicas o de ensayos que llevan su nombre, tanto en nuestro país como en Hispanoamérica.

Quizá la infraestructura más importante sea la de La Habana. Situada en el centro de la capital colonial, en el Paseo José Martí, el Gran Teatro es la sede del Ballet y de la Ópera Nacional de Cuba, y se encuentra justo al lado del Capitolio Nacional de Cuba. Actualmente, esta edificación forma un gran complejo cultural dotado de varias salas y es una de las instituciones culturales más importantes de América Latina. Goza de una llamativa arquitectura con un estilo neobarroco, ornamentada con abundantes tallas y esculturas en piedra, y es ineludible lugar de paso para las compañías de teatro y cantantes tanto españoles como hispanoamericanos que hacen escala junto al malecón.

El habanero no es el único teatro dedicado a Lorca en Hispanoamérica. También en la capital de Paraguay, Asunción, existe una sala escénica que recuerda al fuenterino, con el aliciente de que pertenece al complejo cultural de La Manzana de la Ribera, un espacio recuperado tras años de abandono, y situado en la céntrica avenida John O'Leary, junto al edificio de la Vicepresidencia de la República. Y la capital uruguaya, Montevideo, tiene un teatro con el nombre de Federico. En España, también son varios: Cal Tip (Barcelona), San Fernando de Henares, Getafe, Humanes y Las Rozas (Madrid), Vitoria (Álava), Bilbao o la sede de la Real Escuela Española de Arte Dramático tienen salas con el nombre de Lorca. Y también Casa Patas, uno de los más acendrados templos del flamenco en la capital del reino, recuerda al autor del 'Romancero gitano' con su sala más importante.

Y todo ello sin contar miles de calles en ciudades tan distantes como Altagracia (Argentina), Cuajimalpa de Morelos (México), Toulouse o Pau (Francia), y en todos los rincones de nuestro país. A Lorca se le encuentra en cualquier parte.
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