Cuando el aeropuerto de Frankfurt de Alemania, el más transitado del país, inauguró su cuarta pista provocó importantes protestas. “Está destruyendo mi vida”, decía un manifestante a Reuters en 2012.
Según publica la revista estadounidense The Atlantic, decenas de aviones pasaban directamente sobre la casa de Thomas Münzel, cardiólogo del Centro Médico Universitario de Mainz: “He vivido cerca de la Autobahn alemana y cerca de las vías del tres del centro de la ciudad. El ruido de las aeronaves es el más molesto con diferencia”.
Münzel había leído un informe de la Organización Mundial de la Salud de 2009 que relacionaba el ruido con problemas cardíacos, pero la evidencia en ese momento era escasa. Impulsado en parte por la preocupación por su propia salud, en 2011 cambió el enfoque de su investigación para aprender más.
La exposición a ruidos fuertes se relacionó durante mucho tiempo con la pérdida auditiva. Pero las consecuencias parecen ir más allá. Según un estudio publicado en Journal of the American College of Cardiology -en el que participa Münzel- el ruido del tránsito es señalado como un importante factor de estrés ambiento urbano, solo superado por la contaminación del aire.
En la última década, un cuerpo de investigación vincula más directamente el ruido del aire y del tráfico vial con mayores riesgos de una serie de enfermedades cardiovasculares, y los científicos están comenzando a identificar los mecanismos en juego.
The Atlantic cita el estudio de 2020, que concluye que la respuesta física del cuerpo a los sonidos fuertes afecta el "endotelio [o] el revestimiento interno de las arterias y los vasos sanguíneos". El revestimiento se inflama y esto afecta la función de los vasos sanguíneos, lo que puede provocar una enfermedad cardiovascular.
Las estimaciones sugieren que aproximadamente un tercio de los estadounidenses están expuestos regularmente a niveles de ruido poco saludables, que generalmente se definen como de 70 a 80 decibeles. A modo de comparación, la conversación normal es de aproximadamente 60 dB, los autos y camiones oscilan entre 70 y 90 dB, y las sirenas y aviones pueden alcanzar 120 dB o más.
Las personas que viven cerca del aeropuerto de Frankfurt, por ejemplo, tienen hasta un 7% más de riesgo de accidente cerebrovascular que las que viven en vecindarios similares, pero más tranquilos, según un estudio de 2018 en Noise & Health que investigó los datos de salud de más de 1 millón de personas.
Según Münzel y el grupo de investigador, el ruido estresa a las personas y se caracteriza por la activación del sistema nervioso y el aumento de los niveles de hormonas, que pueden producir secuelas que conducen al daño vascular.
“Por lo tanto, debido a que el porcentaje de la población expuesta a niveles de ruido perjudiciales de transporte va en aumento, nuevos desarrollos y legislación para reducir el ruido deberían ser importantes para la salud pública”, indicaron.

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