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Efemérides de San Fernando de Henares. 20 de agosto. Una historia real. La muerta resucitada

20 de agosto de 1927

La muerta resucitada



(Contamos una de las anécdotas más divertidas que hemos leído sobre San Fernando de Henares)

Se elabora un error judicial

La odisea de unos viejos amantes que se fueron de juerguecita a San Fernando

Mientras ella se arrastraba por esas carreteras de Dios, él estaba encerrado en un calabozo

LA MUERTA RESUCITADA

Desde hace muchos años los protagonistas de este folletín- han entrado en la senectud- Vivían maritalmente en la calle de Ángela López, del vecino pueblo de Carabanchel Bajo, Joaquín Perea Yepes natural de Madrid y María Asegurado Vaquero de 62 años nacida en Fermoselle (Zamora).

María es viuda y tiene una hija casada llamada Aurora. Joaquín es soltero y no obstante su avanzada edad tiene la suerte de conservar a sus padres, que viven en la calle de Santa Isabel del barrio del Lucero. Es barrendero municipal. El número 278.

María y Joaquin reñían frecuentemente. En cuanto se tomaban unas copas. Y se las tomaban ¡ay! demasiado a menudo.

Hace cosa de dos meses acordaron separarse amistosamente. María quedó en la casa. Es de la mujer. Joaquin se fue al lado de sus padres.

La reconciliación. Una fiesta familiar

El barrio del Lucero está próximo al barrio de Goya, donde, desde hace muy cerca de dos meses, se escuchaban unos ruidos misteriosos que traen desasosegados a los vecinos. Acaso huyendo de los duendes. Joaquín se fue de casa sus padres y se presentó inopinadamente en la de su amada.

Esto ocurría el sábado. Era de noche.

-Vengo arrepentido- exclamó Joaquín derramando una lagrima del tamaño de una alubia de riñón. Perdóname y viviremos felices "para los restos".

La mujer es débil. Joaquín, alborozado, propuso a María:
¿Qué tal te parece que nos fuésemos el lunes de juerguecita a San Fernando de Henares?
-No estaría mal, contestó ella.
¿Vamos?
Ni una palabra más.

En San Fernando - La paella de la discordia

El lunes, a las siete de la mañana, salían de casa, contentísimos, María y Joaquín. Iban a San Fernando de Henares a pasar el día, con amor y compaña.

Ya en el pintoresco sitio, se encaminaron a un Ventorro próximo a la estación del ferrocarril, donde encargaron una paellita con abundantes " tropiezos".

Y cuándo el condumio estuvo preparado fueron a instalarse bajo unos árboles. ¡Magnífico paraje! Un poeta, hubiese compuesto allí, inspiradas endechas reales. María y Joaquín más prácticos, se engulleron la paella y la rociaron con abundante "peleón".

La poderosa se acercaba. El más levísimo incidente daría al traste con aquel apacible almuerzo conyugal. 

Y el incidente surgió:
Oye, María- dijo Joaquín de pronto- eso que estás haciendo no es decente...
Pero ¿Qué estoy haciendo? Vamos a ver- respondido María puesta en jarras.
Estás escarbando en la cazuela "pa" apoderarte del chorizo y el chorizo se te va a indigestar...
¿A mí?
¡A ti!

Y los amantes se acometieron sañudamente, con ardimiento digno de mejor causa.

Pero la borrasca pasó pronto. María y Joaquín se dieron mutuas explicaciones, hicieron las paces y hasta se dieron un baño en el río Jarama, en el traje paradisíaco de la pareja base del género humano.

María aprovechó la oportunidad de ver tanta agua junta para lavar los pantalones de pana de Joaquín, que estaba poco visibles. Luego los tendió al sol, sobre unos zarzales, mientras él dormía a pierna suelta.

Joaquín regresa a Madrid solo como un hongo

¡Qué pasó después!...Misterio.

Llegada la noche. Joaquín se presentó solo en su casa. Una vecina, Victoria, preguntóle :

-¿Y María?

—iNo lo sé! respondió malhumorado- Se ha ido y me ha dejado solo en San Fernando de Henares...

Joaquín llevaba a cuestitas un "tablón" formidable. Sin decir más se metió en la casa, y a poco roncaba....

Pasó la noche. María no apareció.

Aurora, su hija, temiendo por la suerte de su madre, enfrentóse con Joaquín;

—¿Y mi madre? ¿Dónde está mi madre?—inquirió.

—¡Yo qué sé!—respondió el hombre.

—iAy! mi madre.'...

Y Aurora, salió andando, camino de la Dirección General de Seguridad.


La denuncia. Joaquin detenido. La primera declaración

En la Comisaria de guardia quedó formulada la oportuna denuncia.

Y aquella misma noche. Joaquín quedaba detenido.

—Veamos—-le interrogó la Policía— ¿Qué has hecho de tu amante?

Joaquín refirió sus andanzas con María por San Fernando de Henares.

Nosotros, en nuestro relato, la habíamos dejado en los amorosos brazos de Morfeo. El hombre completó la historia de este modo:

—Al despertar, María había desaparecido y se había llevado mis cosas. La gorra de uniforme, una chaquetilla azul, en la que guardaba la cartera con la cédula y varias papeletas de empeño; la camisa, una petaca, un mechero... Sólo me dejó los pantalones, que continuaban sobre los zarzales, al sol, y la camiseta, que tenía puesta.

—¿Y usted, claro, no se molestó en buscar a su mujer?

—¿Quién ha dicho? Yo pregunté por ella, y unos obreros me informaron que la habían visto camino de la estación... Por fortuna, tampoco se había llevado el dinero, y gracias a esta circunstancia favorable pude regresar a Madrid. Esto es todo.

Y no hubo manera de arrancarle una palabra más.


Joaquín hace interesantísimas revelaciones. Se vislumbra un crimen monstruoso


María, continuaba sin aparecer

Y Joaquín, naturalmente, seguía encerrado en un calabozo.

El Sr. Maqueda hizo comparecer de nuevo al barrendero municipal.

—Es inútil—le dijo, a bocajarro, como si dijéramos—que sigas ocultando la verdad. Lo sabemos todo.

¿ Lo oyes bien? ¡Todo ! Así que dime: ¿Qué has hecho de María?...

Y el Sr. Maqueda, cruzadas las manos sobre el abdomen, como un ídolo egipcio, esperó confiado la confesión:

Joaquín, que, al decir de la Policía, es un pobre alcoholizado, vaciló unos instantes. Luego -dijo:

—Pues... verá usted. Como tengo manifestado, reñimos porque María «me se» estaba comiendo todo el «chorizo», y nos atizamos unos mamporros.

Pero después hicimos las paces.

Acordamos, por unanimidad, meternos otra vez en el río. Nos encaminamos a un lugar donde existen unas cuevas cubiertas de zarzas, para coger almejas, y cuando nos hallábamos en esta operación... !zas!... la María que se cae al agua. Yo procuró extraerla; pero no pude. Se había hundido en el fango. ¿Qué hacer? Temiendo que me detuvieran por sospechoso resolví marchar de aquel sitio. Y regresé a la Corte.

Creo que cuaIquiera, en mi caso, hubiera hecho lo propio.

Un rastro en el río Jarama. Una nueva versión

El detenido, acompañado por la Policía, se trasladó a San Femando de Henares. Y allí, sobre el terreno, ratificóse en las manifestaciones que hizo ante el comisario.

—Esta es la cueva—señaló—. Desde aquí cayó la María, con el capacho y todo...

Y se hizo un rastreo en el fondo del río, sin resultado. La cueva, sin duda, se había tragado a la María con todos sus trebejos...

La Policía apremió:
Es necesario que no regresemos a Madrid sin haber encontrado el cadáver.

Entonces Joaquín dijo:

—¡Yo no sé¡ ¿Qué ha sido de María?...

Verán ustedes, después de merendar nos fuimos dando un paseo hasta El Sotillo, lugar próximo a La Muñoza, y allí volvimos a reñir.

Entonces, furioso, la di dos mamporros y cayó al suelo desvanecida.

Yo me fui... y cuando regresé la María había desaparecido. ¿Cayó al río? ¿Se ha ido a dar la vuelta al mundo? No lo sé...

Con todo esto Joaquín se hizo terriblemente sospechoso. Y ya de vuelta, fue encerrado en un calabozo mientras se extendía el oportuno atestado y era puesto a disposición del juez de Alcalá de Henares, a quien correspondía actuar.


¡La muerta resucitada!

Pero ayer, a media tarde, apareció en Carabanchel Bajo, María, a quien ya todos naturalmente tenían por muerta.Como que su hija, y su yerno habían acordado decirle unas misas...

Su llegada fue un acontecimiento María es muy conocida. Se dedica a vender flores a las puertas del cementerio de San Lorenzo, y su desaparición fue el tema preferente de todas las conversaciones.

iEn qué estado llegó la pobre mujer a su casa!... Desgreñada, sucia, cubierta del polvo del camino... Con las piernas hinchadas, con los pies llagados... ¡Qué odisea!...

Inmediatamente se avisó a la Policía.

Llegaron allí unos agentes, y María les contó:

—Después de almorzarme fui a dar un paseo por la orilla del río...

Cuando volví Joaquín había desaparecido.

Le busqué inútilmente, y ya, de noche decidí regresar a casa. Cargué con las ropas y con el capacho y me fui carretera adelante... Pero equivoqué e! camino, y en vez de tomar la carretera de Madrid me fui hacia Alcalá... En este pueblo me pusieron sobre el verdadero camino,

Y ,al cabo de unos días de terrible calvario estoy aquí.. Yo no sé si he batido algún récord, y si por ello me habré hecho acreedora de algún premio...

— ¿Llevaba usted dinero ?

—No, señor.

—¿Qué ha comido usted en estos días?

Las sobras del almuerzo y unos racimos de uvas que me dieron en el camino.

-¿Dónde ha dormido usted?

—En el campo.

Y luego, dándose un papirotazo en la frente, exclama:

—¡Lo más chusco del caso! es que me he dado esta caminata llevando en la chaqueta de Joaquín los billetes del tren, que eran de ida y vuelta ¿Seré idiota?

Carabanchel Bajo parece que está en fiestas. Todo el pueblo desfila por la calle de Angela López. Ahí está la muerta resucitada.- y su amantísirno Joaquín Perea dispuestos a correrse otra juerguecita.

Tan felices se consideran que hasta se han dejado retratar en grupo.



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