Los expertos reclaman más medios para su inserción laboral y recuerdan que el recurso no llega a todos los que lo necesitan.
Un tercio de las familias que perciben la Renta Mínima de Inserción en la Comunidad de Madrid (el subsidio que garantiza unos ingresos mínimos a quienes no los tienen) la cobran desde hace más de cinco años. Y en torno al 11,6% (3.560) llevan una década o más.Contra la tentación que alguien pudiera tener de culpar a esas familias, los expertos explican que el verdadero problema es el sistema, que no está cumpliendo en demasiados casos uno de sus principales objetivos: facilitar a las personas sin recursos su inserción social que pasa, principalmente, por tener trabajo.
Mientras el Gobierno regional admite que está tratando de mejorar la coordinación con los Ayuntamientos para resolver estos casos, especialistas y sindicatos aseguran que las cuantías —entre 400 y 707 euros, dependiendo del tamaño de la familia— son demasiado bajas para salir de la probreza y que los otros programas que deberían complementar esa renta básica para ayudarles a encontrar empleo no están funcionando bien.
Eva López Simón, Secretaría de Políticas Sociales de UGT, cuenta la historia de Paloma (nombre ficticio), que tiene 34 años y cuatro hijos a los que siempre ha cuidado ella sola (sus padres, son varios, nunca la han ayudado). Ella trabajó mientras tuvo uno y dos; cuando llegó el tercero, el magro sueldo de limpiadora ya no le llegaba para que alguien les cuidara durante su jornada laboral. Paloma es beneficiaria de la Renta Mínima de Inserción (RMI) desde hace más de una década.
“Son personas que tienen un nivel muy bajo de formación y, encima llevan mucho tiempo en paro. Además, hay muchas madres solteras con cargas que se gastarían todo el sueldo en guarderías o personas que les ayudasen. Creo que en la gran mayoría de los casos es posible recolocarles, pero claro, con más recursos”, dice López Simón. Para ella, en los casos que llevan más cinco años ya se ha “cronificado su situación de pobreza”.
Mujeres solas
El 54% de las personas que en 2016 llevaban más de una década cobrando el RMI lo eran, según los datos de la Consejería de Políticas Sociales y Familia. Y de las mujeres solas (en este caso la estadítica solo recoge el dato del conjunto de todas, independientemente de cuánto lleven cobrando), dos tercios tenían menores a su cargo. Con una edad media de 40 años, el 53% de todas ellas no completó la educación primaria y otro 28% solo tiene el graduado escolar.
La falta de cualificación es uno de los grandes problemas del colectivo, insiste Pablo Gómez Tavira, director general de Servicios Sociales e Integración Social de la Comunidad de Madrid. Y admite que en todos esos casos de larga duración no se está cumpliendo la parte de la Integración de las siglas del RMI. Pero recuerda que el seguimiento a estas familias corresponde a los servicios sociales municipales, que son los encargados de los Programas individuales de inserción (PII). Una división de tareas que no siempre funciona: “Estamos intentando mejorar la coordinación con los Ayuntamientos”, asegura Gómez Tavira. También están barajando la idea de poder de los beneficiarios de RMI puedan trabajar sin perder el subsidio, sobre todo cuando se trata de empleos temporales o a tiempo parcial.
La RMI va desde los 400 euros para una sola persona y va subiendo en función de las personas a cargo hasta un máximo de 707,6 euros al mes. Cifras que creen insuficientes los especialistas, incluso incluyendo los otros beneficios que apunta Gómez Tavira de los que pueden disfrutar estas familias, como las becas de comedor para los niños escolarizados (los almunos de estos hogares, en todo caso, no tienen el menú gratis, sino que pagan un precio reducido: un euro en lugar de 4,88).
"Con ese dinero [el del RMI] no se puede salir de la pobreza", señala Gabriela Jorquera Rojas, especialista de Save the Children. "Estos programas no tienen un efecto significativo en la reducción de la pobreza, ni en el de la pobreza infantil", añade. En cualquier caso, dice, hay que separar muy bien los dos objetivos a la hora de establecer programas: el de activación laboral —se queja de que los programas de reinserción se han centrado en las personas más empleables, que llevan poco tiempo en paro y tienen un efecto más inmediato en la mejora de las estadísticas, dejando de lado las situaciones más complicadas—, y el de garantizar unos ingresos mínimos para que todo el mundo pueda cubrir sus necesidades básicas, "que debería ser el objetivo primordial".
Y esto último tampoco se cumpliendo, asegura. Y no solo por la cuantía de la RMI, sino porque el recurso solo llega a una de cada nueve personas que lo necesitan, es decir, de las que sufren pobreza severa. “Quienes la solicitan tienen que superar unos complicados trámites burocráticos, que dejan fuera a mucha gente”, explica
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