20 de enero de 1722
Boda de Luis I con Luisa Isabel de Orleans
La ceremonia se celebra en Lerma (Burgos), el 20 de enero de 1722. No se les permitió dormir juntos hasta año y medio después de su matrimonio, debido a la juventud de los contrayentes.
El tenía quince años y ella doce.
Sin embargo, algunos incidentes con el duque de Saint Simon y otros caballeros franceses, ocurrido cuando la cumplimentaban en el pueblo de Cogollos, cercano a Lerma, anunciaban la mala crianza de la futura reina de España; nadie dio importancia a estos hechos, pronto oscurecidos por el esplendor desplegado en el palacio de Lerma (que era del duque del Infantado, un proaustríaco que no hizo nada por facilitar la estancia de los Reyes y del príncipe en el lugar), escenario de la boda que tendría lugar por la tarde el (20-I-1721). A la boda siguió la cena y a la cena el baile.
Luego tuvo lugar una especie de pantomima, cuya invención se atribuye a Saint-Simon, quien trató de solventar con una ceremonia inusual el aplazamiento de la consumación del matrimonio, algo que se había pactado con antelación y que se dejaba al arbitrio de Felipe V, que lo determinaría cuando creyese llegado el momento.
En efecto, en España —al contario que en Francia— no era costumbre ver acostados a los contrayentes, pues los invitados se retiraban llegada una hora prudencial, pero en esta ocasión se le permitió a una parte de ellos acompañar a los Reyes y ver en el interior de una estancia a los novios acostados en una cama, escoltados por Pópoli y la duquesa de Montellano, al cabo del rato se corrieron las cortinas del lecho, se cerró la estancia y, cuando todos los testigos se hubieron marchado, Pópoli y Montellano sacaron de la cama al príncipe, que hubo de retirarse a su cuarto con un gran enojo.
Al día siguiente, el 21, tuvieron lugar las velaciones y el 22 los Reyes, los novios y la Corte emprendían el regreso a Madrid. Ya en la capital, se descubrieron signos inquietantes sobre la salud de la princesa recién llegada, pues padecía una erisipela —tal vez debida al viaje— y, aparte de otros indicios, en el cuello, detrás de la oreja tenía dos tumores de regular tamaño, lo que hizo pensar en alguna dolencia contagiosa debida a la disoluta vida de su padre, el Regente francés.
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