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Efemérides de San Fernando de Henares. 10 de agosto. Nombramiento del Rey Fernando VI

10 de agosto de 1746

Nombramiento Rey Fernando VI  (13 años de reinado)

Fernando VI de España, llamado «el Prudente» o «el Justo» (Madrid, 23 de septiembre de 1713-Villaviciosa de Odón, 10 de agosto de 1759), fue rey de España desde 1746 hasta 1759, tercer hijo de Felipe V y de su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya. Se casó en la Catedral de San Juan Bautista de Badajoz con Bárbara de Braganza en 1729, que fue reina de España hasta su muerte en 1758.

Cuando Fernando nació el 23 de septiembre de 1713 —siendo bautizado sin gran solemnidad en la iglesia franciscana de San Gil, el 4 de diciembre— tenía por delante en la sucesión al trono a dos hermanos mayores Luis y Felipe Pedro, nacidos en 1707 y 1712, respectivamente —un tercer hermano, mayor que él, había muerto en 1709 al poco de nacer. Pero cuando tenía seis años falleció Felipe Pedro, por lo que Fernando quedó el segundo en la sucesión tras el príncipe de Asturias, Luis, seis años mayor que él.​
La infancia de Fernando estuvo marcada por el hecho de que su madre, la reina María Luisa Gabriela de Saboya, falleció a los cinco meses de su nacimiento, y de que su padre contrajo nuevas nupcias siete meses después de haber enviudado con la princesa del ducado de Parma, Isabel de Farnesio, que le dio seis hijos que prosperaron —el primero fue el infante Carlos nacido el 20 de enero de 1716. Así la nueva reina se preocupó más por la suerte y el futuro de sus propios hijos —dedicando todos sus esfuerzos en conseguirles en Italia un estado propio sobre el que pudieran reinar, lo que determinó en buena medida la política exterior de la Monarquía de Felipe V durante las décadas siguientes—, que por la de sus hijastros. Además, el rígido protocolo de la corte impedía el contacto directo de los príncipes con los reyes —ni comían juntos, ni asistían a actos oficiales con sus padres—, así que Luis y Fernando se comunicaban con su padre —y con su madrastra— a través de cartas escritas en francés, que era la lengua que utilizaba la familia.​
En 1721, tras cumplir los siete años, el infante Fernando fue dotado de «cuarto aparte para que en él le sirvan y asistan sólo hombres, y para el cuidado de su persona, su asistencia y educación [el rey] ha resuelto nombrar al conde de Salazar, con el título de gobernador de la casa de S.A.»​

Retrato del infante Fernando cuando tenía diez años de edad, obra del pintor de cámara Jean Ranc (1723)
Lo que cambió definitivamente el destino del infante Fernando fueron los acontecimientos ocurridos en 1724, durante los cuales estuvo cerca de convertirse en rey a los once años de edad. El 10 de enero de 1724 el rey Felipe V firmó un decreto por el que abdicaba en su hijo Luis, de diecisiete años, casado con Luisa Isabel de Orleans, dos años menor que él​ pero Luis I de España reinó solamente durante ocho meses ya que a mediados de agosto enfermó de viruela y murió el 31. Al haber abdicado Felipe V, su sucesor tendría que haber sido Fernando pero la rápida actuación de la reina Isabel de Farnesio lo impidió. Tuvo que hacer frente a ciertos sectores de la nobleza castellana que apoyaban la opción del príncipe Fernando argumentando que no cabía la marcha atrás en la abdicación de un rey y le costó convencer al propio rey para que volviera a reinar, pero el 7 de septiembre de 1724, una semana después de la muerte Luis I, Felipe V volvía a ostentar la Corona de la Monarquía de España, y Fernando era proclamado como el nuevo Príncipe de Asturias y jurado el 25 de noviembre por las Cortes de Castilla, convocadas con tal fin.
Durante la mayor parte de los veintidós años en que fue Príncipe de Asturias (1724-1746), Fernando y su esposa, la princesa portuguesa Bárbara de Braganza con quien se había casado en enero de 1728, vivieron aislados de la corte y con las visitas restringidas. La orden de 1733 de «esta especie de arresto domiciliario» de los príncipes, como la llamó el historiador Pedro Voltes, partió de la reina Isabel de Farnesio, que quería impedir que mantuvieran contactos con los grupos «casticistas» y «contestatarios» de la nobleza castellana y de la corte, que propugnaban una nueva abdicación de Felipe, cuya salud mental continuaba deteriorándose.​

Detalle del cuadro "La familia de Felipe V" de Van Loo (1743), en el que aparece de pie el príncipe de Asturias Fernando, junto a su padre el rey Felipe V y a su madrastra, la reina Isabel de Farnesio, ambos sentados
Así, el reglamento de la conducta del príncipe de Asturias aprobado en el verano de 1733 —poco después de la vuelta a Madrid de la corte después de deambular por Sevilla y otras poblaciones andaluzas durante los cinco años anteriores para intentar restablecer la salud mental y física del rey— determinaba que «don Fernando y doña Bárbara podrían ser visitados cada uno por sólo cuatro personas, cuyo nombre y cargo se indicaba. No podrían recibir a otros embajadores que los de Francia y Portugal. Los príncipes no debían comer en público ni salir de paseo ni ir a ningún templo o convento. [...] Se suprimió también la asistencia del príncipe al Consejo de Gobierno y todo despacho con él, y en especial cualquier trato con [el «primer ministro»] Patiño y los ministros, y, en suma, toda visita suya a sus padres»​
Durante los últimos años de su reinado, la enfermedad mental y el deterioro físico de Felipe V se fueron acentuando —«hasta los pintores de cámara como Jean Ranc y Van Loo, habían tenido que reflejar la decrepitud del rey, hinchado y torpe, con las piernas arqueadas y la mirada perdida»—, hasta que en la noche del 9 de julio de 1746 murió de un ataque cerebrovascular. Apenas transcurrida una semana de la muerte de su padre, el nuevo rey Fernando VI ordenó a su madrastra, la reina viuda Isabel de Farnesio, que abandonara el palacio real del Buen Retiro y se marchara a vivir a una casa de la duquesa de Osuna, acompañada de sus hijos, los infantes Luis y María Victoria. Al año siguiente fue desterrada de Madrid y su residencia quedó fijada en el palacio de La Granja de San Ildefonso —cuando la reina viuda protestó por medio de una carta en la que le decía al rey que «desearía saber si he faltado en algo para enmendarlo», Fernando VI le respondió con otra misiva en la que decía: «Lo que yo determino en mis reinos no admite consulta de nadie antes de ser ejecutado y obedecido».​




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