24 de noviembre de 1778
Condena al que fuera Gobernador del Real Sitio, Pablo de Olavide
Se celebra el Auto de Fe contra Pablo de Olavide. Durante cuatro horas largas de aquella mañana, se juzga toda su vida y comportamientos por el Tribunal de la Inquisición y los correspondientes testigos de la nobleza y autoridades civiles y eclesiásticas (unas 60 personas en total). Vestido de penitente (siéndole concedida como gracia por el Inquisidor General no llevar la Cruz de San Andrés ni la soga al cuello), compareció Olavide ante las más de cien acusaciones que se fundaron sobre sus excesos y libertinaje. El limeño se derrumba cuando dictan la sentencia por la que se le condena como hereje formal. Por gracia especial se le perdona la vida, pero se le condena a:
Permanecer encerrado 8 años en un monasterio sujeto a la disciplina más severa.
Ayunar los viernes, mientras su salud lo permita.
Realizar ejercicios piadosos, bajo la supervisión de un confesor religioso que se nombraría para fortificarle en la fe e instruirlo en la religión cristiana.
Leer solamente en los libros de “El Incrédulo sin excusa”, del Padre Señeri, y en la “Guía de Pecadores”, “El Símbolo de la Fe”, del Padre Fray Luis de Granada.
Ser destituido de todos sus cargos y honores.
Incapacitado de por vida de obtener ningún cargo ni honor, ni sus sucesores hasta la quinta generación.
Prohibición de uso de seda, terciopelo, tisú, galones y pedrería, debiendo vestir de paño burdo amarillo del más ordinario.
Prohibición de montar a caballo y portar armas.
Tras su encarcelamiento, destierro perpetuo de Sevilla, de la Corte y Sitios Reales, de las Nuevas Poblaciones y de Lima (a más de cuarenta leguas de ellas, a un radio aproximado de algo más de 200 Km)
Y finalmente, para ser readmitido en la Iglesia, debía hacer protestación de fe y abjurar de sus errores.
A continuación se le hizo abjurar y hacer la protestación de fe.
Olavide se encuentra solo, sin el apoyo de sus colegas ilustrados, pues Aranda ya no estaba al frente del Consejo de Castilla, y Campomanes calló en todo el proceso. La intervención del confesor del Rey, el apoyo de los contrarios a los ilustrados y sus reformas, los partidarios de la influencia y esplendor del Santo Oficio, más la suma de todos los perjudicados por las Nuevas Poblaciones, la Mesta, terratenientes y vecinos de pueblos colindantes, aprovecharon las intrigas de Yauch y las denuncias de Fray Romualdo para dar escarmiento al círculo ilustrado español y sus propósitos.
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