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Buena corrida en Puente Piedra en hombros Robleño y formidable Castilla. Vuelta al ruedo a un toro de Barbero

Un éxito la corrida de la independencia en Puente Piedra con ese manchón de la cornada a Moreno Muñoz que hace parte de un arte donde los toreros se juegan la vida de verdad, sin trampa ni cartón. Aquí no hay mentirijillas como le dijo Belmonte a un actor que lo saludó " de tu a tu " como artistas y el trianero le recordó que " Usted , tras la muerte en el escenario , se levanta a recibir los aplausos y yo no porque la muerte es de verdad y no hay segundas oportunidades ".

Es cierto que faltaron unas 500 personas ( tes cuartos de entrada ) pero fueron aficionados de ley, esos que apoyan con sinceridad esta fiesta, los cabales de La Giralda, los Boinas Blancas, la Barra5, don Felipe Negret, aficionados de hueso colorado de Meddellin como Mauricio Brand y mucha alegría por ver tantos jóvenes de ambos sexos en los tendidos. La empresa cuidó todos los detalles, los ganaderos se lucieron con la presentación, la banda con la música, el tiro de arrastre con dos percherones, el alguacilillo, las cuadrillas a pie , impecables. Destaco a los tres picadores, Cayetano Clovis y Rafael, en la brega Devia, Piña, Calvo, Pineda .
Los seis toros de Mondoñedo y Barbero irreprochablemente presentados. Gracias don Gonzalo , gracias señor Barbero. Don Fermin y don Julian están que sonríen. Otra cosa es el juego, ese misterio inescrutable del toro bravo.
Fernando Robleño, jugado en los escenarios de la guerra, esa que huele a formol y tiene la presunción de camilla, se fue en hombros tras lidiar al sexto, ese entipado, noble, que acudía a la muleta, humillado pero que quizás para que hubiera sido redondo ( al final le dieron merecida vuelta al ruedo ) careció de esa chispita ( casta). Tan chochon y bueno fue que Robleño, curtido en la dureza, se relajó, toreó despaciosamente, con gusto, sitio, el cuerpo " casi desgonzado" y muletazos bien construidos y finalizados. Quizás Fernando hubiera completado mejor la obra si lo lleva a los medios y el toro le hubiera ido a placer. Pero esta tarde-moche en la plaza cubierta de Puente Piedra estuvo gozoso , sin las angustias propias de su carrera con esas corridas que las figuras ni ven por asomo.
Cortó dos orejas y su cuerpo, fatigado de cornadas fue paseado en hombros. Se mereció un descanso ( es un decir ) este guerrero castellano.
Su primero se paró ( se hacia el Haripendi que dijo el maestro Antoñete de esos toros que esperan para agredir no para embestir ), El picador le llamó varias veces, pegó un arreón a Clovis, lo descabalgó contras las tablas y cuando pudo, huyó. El segundo fue un refilonazo en la piel y el toro se hizo el remolon. Llevaba la cara alta, pegaba arreones, cabezazos. Era reservón y sin clase. Y ahí estaba Robleño para desde el principio torear por bajo, y domeñar el genio.
Moreno Muñoz no tuvo su tarde, no encontraba el camino para acertar con un toro de Mondoñedo que tampoco se lo puso fácil y pinchaba hasta que el toro le hirió severamente en la zona de la garganta. A la enfermería, al hospital, la tarde del miedo, de la angustia, del no saber qué pasaba, de la traquea, de la sangre.
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