Junto a sus colecciones, venden productos que nada tienen que ver con la literatura. Las asociaciones denuncian sus "prácticas agresivas" y que su objetivo sean personas mayores.
Balbina Cabrera tiene 79 años y se calienta las piernas bajo una mesa camilla recubierta de ganchillo mientras ve la televisión. Es viernes por la tarde y espera nerviosa a que llamen a la puerta y se lleven, por fin, el ordenador, la 'tablet' y la colección de libros que compró a una editorial. Hace unas semanas firmó un contrato con Signo Editores por el que se comprometía, sin saberlo, a pagar 1.563,90 euros en cuotas mensuales.
Junto a ella están sus hijos, los que descubrieron los paquetes intactos en el suelo del piso de San Fernando de Henares (Madrid) unos días después. “La llamaron diciéndole que tenía puntos acumulados porque era una antigua clienta, que le regalaban un libro de repostería, y que se pasaban por casa para que escogiese por qué canjearlos”, explica Nines, su hija. “El chico que vino estaba empeñado en que me quedase un sillón de masaje, ¡pero yo no quería nada! Cogí el ordenador y la 'tablet' porque eran pequeños, para los nietos”, confirma Balbina. Al día siguiente, el 2 de marzo, aparecieron en su domicilio con el pedido y una caja de libros de la colección Reino Animal, que no había pedido (y que ni siquiera coincide con la que viene en el contrato). Firmó todo, sin tiempo para leerlo detenidamente, y las cajas quedaron intactas hasta el pasado viernes, cuando, después de muchas llamadas y un burofax, han ido a recogerlo.
Cuando llaman al timbre, al repartidor no le sorprende la estampa: “Qué, la han engañado, ¿no?”. Los hijos, indignados, le cuentan la situación y el clima se caldea: “Llegas a ser el que le vendió y te tiro por la ventana”, le espeta el hijo. “Te da rabia e impotencia. Les da igual entrar a casa de gente mayor, les da igual que no tengan para una barra de pan, ¿cómo pueden vivir así? ¿Dónde tienen la conciencia? Esta gente, ¿de qué vive?”, se pregunta Nines.
40 años en el mundo editorial
Detrás está la editorial Signo Editores, antes Ediciones Rueda, una empresa que facturó 57 millones de euros en 2016, de los cuales ocho son beneficios. Su actividad principal es la venta por catálogo a domicilio de todo tipo de productos, no solo libros, aunque en su web solo puedan encontrarse referencias a estos últimos. No venden en librerías físicas, a pesar de que tienen colecciones de Mortadelo y Filemón, el Capitán Trueno, fotografía, animales, historia, medicina natural o recetas. De su plantilla de 540 personas, 300 son comerciales y tienen 24 oficinas por toda España. En algunas asociaciones de consumidores les conocen bien por sus “prácticas agresivas”, que ellos niegan rotundamente.
“Llevamos 40 años en el sector, pero el mercado va evolucionando y ahora hacemos ofertas combinadas: en todos los lotes que vendemos va una colección, siempre tiene que llevar una colección, y junto a eso, productos tecnológicos”, afirman desde la empresa. El precio de sus conjuntos de 12 libros ronda los 1.700 euros según su web, por eso, por ejemplo en el caso de Balbina —y en varios que veremos a continuación—, es complicado estimar si está pagando de más, a pesar de que ni el ordenador ni la 'tablet' que tenía en su casa sumaban juntos los 500 euros de valor en el mercado. “La cultura se ha menospreciado últimamente, no se le da el valor que tienen los productos. Nuestras colecciones tienen un precio desde 1.300 a 1.700 euros y eso no se valora... ¿Es poco ético vender una colección por 1.600? ¿Es menos ético que vender un móvil por 1.000 euros?”, alegan desde la empresa.
Tampoco pueden contrastarse los precios revisando su catálogo, puesto que no aparecen los importes de los productos que ofrecen puerta por puerta. "Tenemos una gran variedad de precios, todo depende de la colección y artículos que se escojan”, justifican desde Signo Editores. Sin embargo, en asociaciones de consumidores como EKA/ACUV, del País Vasco, confirman que de los más de 50 casos que reciben anualmente, lo habitual es que el precio “esté inflado varias veces por encima de su valor” y explican así el 'modus operandi' de la editorial: “Intentan captar a puerta fría a gente mayor. Lo que hacen es que con excusas para entrar en las casas, por ejemplo, premios que te han tocado o puntos, te ofrecen todo tipo de productos”, explica Mikel Muñoz, de la asesoría jurídica de EKA/CUP. Aunque en su página web hace tiempo que alertan de que los comerciales de esta empresa "embaucan, engañan e incluso presionan psicológicamente" a los clientes, aseguran que es difícil estimar que haya algo ilegal en esta manera de funcionar. “Van a un objetivo en el que la reflexión sobre la compra no existe porque son vulnerables. Hasta 14 días después de la firma se puede desestimar el contrato [cancelarlo]. Es después cuando se complica, porque para que un juez lo anule tienes que alegar que es alguien con alzhéimer. Son más prácticas agresivas que ilegales”.
Los paquetes en casa de Balbina. (M. Z.)
María Esther Abad, de Baracaldo, todavía no se explica cómo le vendieron el colchón en el que duerme desde hace dos meses y por el que ahora le piden, con más productos, cerca de 5.000 euros. Se ha recorrido todas las colchonerías de su ciudad y no ha encontrado ninguno que se acerque remotamente al precio que le reclaman. Después de coger el teléfono con desconfianza, cuenta así su experiencia: “Un día me llaman al teléfono y una señorita me dice, ¿le puedo hacer una pregunta? ¿Usted qué prefiere, comida tradicional, vasca, india o rusa…? Le digo que estoy acostumbrada a la cocina vasca y que a veces como alguna hamburguesa y me dice: '¡Uy qué lista! Por contestar esa pregunta solo le vamos a regalar un libro', y le digo que no quiero motos. Me dicen que es una promoción que están haciendo en Euskadi, que no pasa nada… y al día siguiente viene un chico con el libro, le digo que no, intento cerrar y no sé cómo de repente estaba dentro de casa. No sé si me abducieron o qué, pero de repente estaba con un catálogo enseñándome todo. A partir de ahí, de los libros no me dijeron nada más. Me dicen que me van a dar un masajeador de pies, un rólex… y todo por 12 euros al mes durante 36 meses. Que era buenísimo, y yo, como una gilipollas, firmé todo”, recuerda cabreada María Esther, de 62 años.
Me dicen que me van a dar un masajeador de pies, un rólex… y todo por 12 euros al mes. Y yo, como una gilipollas, firmé todo
“Al día siguiente vienen con los paquetes, y me dicen que hay un colchón, que nunca habíamos hablado nada de colchones, que es un regalo y que en lugar de 12 euros va a ser un poco más, pero que está todo bien. Esos días tuve algunos problemas personales y no abrí las cajas hasta que habían pasado los 14 días. Entonces veo que son todo libros, todo", denuncia María Esther. "Fui al banco y dije que no pasasen ningún recibo, y desde entonces me llaman que tengo que pagar y que no puedo devolver el colchón porque está desprecintado. Lo estoy pasando fatal con todo esto”.
Una de las colecciones de Signo Editores valorada en 1.750 euros.
En el caso de Irene, de 75 años, le 'regalaron' también un ordenador y más productos por los que tenía que abonar 55 euros mensuales. Llegó a pagar cuotas durante un año hasta que los hijos se dieron cuenta y han terminando negociando con la empresa un pago de unos 1.000 euros para zanjar la financiación. A Flor, la madre de Silvia, le vendieron 10 productos (entre ellos, joyas, una aspiradora y un robot de cocina) por un valor de 6.509 euros (pueden ver el contrato más arriba). A la madre de Verónica, con 72 años y de Valencia, le vendieron un 'pack' por 5.000 euros con cuatro colecciones que llevan un año en Milanuncios esperando a alguien que esté dispuesto a pagar 800 euros por cada una “para al menos sacar algo, porque nos parece carísimo”.
Son comerciales que buscan la confianza, que acaban merendando y están dos horas en la casa para generar un vínculo
En la asociación de Asturias también los conocen, y aseguran recibir una veintena de casos al año, con la misma forma de actuar, desde al menos el año 2009. “Lo que vemos es que hay un engaño, pero es complicado demostrarlo, habría que grabar una visita para ver cómo les convencen para firmar”, apunta Ana Belén Álvarez, abogada de la asociación asturiana. “Todas [las ventas] tienen en común que son cosas para la salud y que son comerciales que buscan la confianza, que acaban merendando y están dos horas en la casa y generan un vínculo”. Además, ambas asociaciones aseguran que la editorial pone trabas con diversas estrategias para que se pase el plazo en el que es legal anular el contrato, otro extremo que la editorial niega: “Tratamos de facilitar lo máximo posible, no queremos clientes descontentos y a veces recogemos incluso fuera de plazo”. Cuando vencen los 14 días, el cobro de las cuotas pasa a una financiera, de la que Signo Editores recibe el importe total del contrato.
Sede de Signo Editores en Pozuelo de Alarcón (Madrid). (M. Z.)
Acusan a extrabajadores
Como Nines, muchos familiares acuden a Google en busca de información cuando descubren el contrato que han suscrito sus padres. Desesperados, se encuentran con que la búsqueda de 'Signo Editores estafa' arroja 60.500 resultados, mientras que con 'Ediciones Rueda', la anterior empresa, aparecen 110.000 entradas. Tras pasarse un fin de semana entero leyendo sobre la editorial, Nines acudió a la Oficina Municipal de Información al Consumidorde su zona, donde confirman que ha habido más casos recientes en el barrio. “Hace una semana dimos una charla, ’No abras ni al del gas’, para alertar de este tipo de ventas”, confirman desde la oficina.
Desde Signo Editores afirman que no van deliberadamente a por un público de la tercera edad, “aunque suela ser el que está en casa a las horas que llamamos”. Afirman que recientemente han puesto un límite de edad de 79 años y otro de 4.000 euros para los contratos. También que sus comerciales tienen prohibido usar la palabra 'regalo', que realizan llamadas de calidad al poco de consumarse el contrato para confirmarlo, y que han contratado hasta a grafólogos para acreditar las firmas. “Nosotros tenemos tolerancia cero con la venta agresiva, pero eso no quita que haya comerciales que se puedan desviar de nuestro código de conducta ética”, añaden. De las 29.376 ventas que hicieron en 2017, hasta 5.044 fueron devueltas, según sus propios datos.
La editorial asegura que tiene denuncias de antiguos trabajadores y empresas que suplantan su identidad para cometer fraudes
Aseguran también que con las asociaciones del País Vasco y Asturias son precisamente con las que más problemas tienen. “Les gusta acusarnos de estafa, pero no nos han condenado nunca por ese delito”, añaden. Remiten en su lugar a hablar con Facua Córdoba, “por las conversaciones fluidas" que tienen con ellos y para demostrar sus buenas praxis. Sin embargo, Francisco Martínez, su presidente regional, niega esta relación y solo reconoce que hace dos años resolvieron con celeridad el contrato que habían firmado con unapersona discapacitada y trabajadora de la ONCE. De hecho, revisando el histórico de expedientes, afirma que llevan tres en lo que va de año, “un pico que ni las reclamaciones de rebajas, y que demuestra que algo no se está haciendo bien”.
Desde la empresa argumentan también que estas irregularidades pueden haberse llevado a cabo por antiguos trabajadores que se llevaron una copia de la cartera de clientes (formada con sus propios excompradores y los datos de una empresa especializada), y que realizan ventas fraudulentas en su nombre. “Tenemos varios casos denunciados, tanto de empresas como de extrabajadores”, aseguran. También que han tenido que cerrar oficinas como las de Bilbao por ventas poco éticas.
A Nines, la primera versión que le dieron del caso de su madre fue precisamente esa. Dijeron que no les constaba ningún registro de Balbina, a pesar de que tiene en vigor otro contrato que firmó hace meses también con ellos y por el que sigue pagando 27 euros mensuales. Le preguntaron cómo podía saber que se trataba efectivamente de su editorial, si ni siquiera habían dejado un contrato como prueba. “¡Y quién iba a ser! Si trajeron sus libros”, se indigna. Después del burofax de desistimiento, volvieron a llamarles para recoger el pedido —“sabían perfectamente lo que había”— y, efectivamente, el día de la recogida el repartidor llevó el contrato firmado con Signo Editores que pueden ver al margen de estas líneas.
Desde la asociación de consumidores EKA/ACUV recomiendan ante este tipo de situaciones, “primero no abrir, luego no firmar, y tercero recordar que se puede resolver antes de los 14 días”. También insisten en contarlo a sus familiares porque muchas veces, “por vergüenza”, los mayores no reconocen haber contraído este tipo de deudas ante sus hijos. “Lo he pasado muy mal, sobre todo de ver a mis hijos tan nerviosos, pero ya está, ya no voy a abrir ni al del gas”, afirma Balbina.
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