Muchos vecinos pasan por la calle que lleva su nombre, pero no saben quién es este personaje sanfernandino célebre. Traemos su recuerdo. Hoy seguramente nos podría traer su clases magistrales y nos hablaría del coronavirus.
José Alix Alix (1905-1989)
Conocí a José por el año 1943. Se celebraban en Madrid unas Jornadas de fisiología organizadas por el Patronato Nacional Antituberculoso. En aquel entonces yo desempeñaba el cargo de Director del Sanatorio del Espíritu Santo y había emprendido con su médico residente Felipe Margarit Traversac, con gran acierto, el camino de la llamada entonces cirugía torácica.
Director del único Sanatorio Antituberculoso de Barcelona, asimilado por el P.N.A. y cirujano torácico, precisamente cuando el tratamiento quirúrgico de la tuberculosis pulmonar había extendido sus indicaciones ante la imposibilidad o ineficacia de la colapsoterapia neumotorácica, creí que debía concurrir a las Jornadas en las que la primera ponencia estaba dedicada a colapsoterapia quirúrgica desarrollada por los Dres. José Alix Alix y José Escudero, director y cirujano respectivamente del flamante «Centro de Colapsoterapia» que el P.N.A. había instalado en la calle Silvela de Madrid. La ponencia se había distribuido con anterioridad, de suerte que los inscritos asistimos a su exposición habiendo leído su texto.
Debía pedirse la palabra para intervenir en la discusión, antes de empezar la sesión. Fueron numerosos los solicitantes. De Barcelona pedimos la palabra Luis Rosal Catarineu y yo. Expuso la primera parte de la ponencia Alix Alix y la segunda Escudero. A su término fuimos invitados a hacer uso de la palabra los que la habíamos solicitado. Durante el transcurso de la discusión me fui dando cuenta que la mayoría de las intervenciones no dejaban de ser problemáticas.
Muchas expresaban algo que me hizo pensar que los más, eran detractores de Alix o del Centro de Colapsoterapia que dirigía. Alix Alix se levantó para iniciar la respuesta a los participantes en la discusión. Lo primero fue anunciar que él iba a responder sólo a los compañeros de Barcelona, Rosal y Manresa y el Dr. Escudero a los demás, agradeciendo a todos su intervención. Así lo hizo. Se terminó el acto y Alix vino a nuestro encuentro para invitamos a visitar el Centro de Colapsoterapia por la tarde. Asistimos con mucho gusto y al término de nuestra visita, José y yo nos separamos vinculados por una amistad que el tiempo consolidó adornándola de cariño e intimidad.
He recordado este episodio inolvidable porque describe y define al amigo ausente. Hombre gallardo, impresionable, profundamente celoso de la honestidad e incapaz de disimularlo, en aquella determinación quizás poco cortés, Alix separó a sus objetores en leales y en movidos por intereses personales y los que les movían razones que el conocía y sabía. Aparte de la extrañeza que me causó su proceder, la comprendí por la tarde, cuando Rosal y yo dialogábamos con un compañero muy inteligente, preparado, entusiasta, profundamente humano y lleno de amor al enfermo. Alix Alix fue un trabajador pertinaz, sin tregua y aparentemente sin descanso en los diversos aspectos de su actividad. Hizo la carrera, la misma de su padre, con extraordinaria aprovechamiento, venciendo las dificultades de una orfandad paterna demasiado temprana. Su inteligencia, su aplicación al estudio y sus cualidades humanas le hicieron acreedor a ser becado por la Institución Libre de Enseñanza, coronando sus estudios brillantemente.
El ejercicio de la medicina presupone un doble aspecto dentro de la misma profesión. Ejercer de médico, la parte más humilde, la que se lleva a cabo como un «oficio» que nuestro inolvidable Gol denominaba «el oficio de curar y prevenir las enfermedades y procurar la máxima salud posi ble a la colectividad».
El otro aspecto, o sea el científico y cultural de la profesión, que tiene el doble objetivo de fundamentar «el oficio» y contribuir, como lo hizo Alix Alix, a mejorar la fisiología durante la cuarta y quinta década de nuestro siglo, para ser luego promotor de la neumología moderna de nuestro país.
Su gran trabajo consistió en adquirir y asociar la mayor cuantía posible de conocimientos, relacionándolos, de suerte que logrando las mejores síntesis y con la mayor naturalidad, las ofrecía a sus colaboradores y discípulos, siempre pendientes de su palabra y su quehacer así como de lo que decía y exponía en aquellas sesiones de por la tarde en el «Centro de Colapsoterapia» a las que había asistido durante mis entonces frecuentes viajes a Madrid.
En cuanto a su actuación como médico dio siempre la sensación que sus decisiones y consejos se apoyaban en un gran sentido de responsabilidad, transmitiendo al paciente la confianza que sugería su seguridad técnica. No se puede dudar que su profesionalidad partía de una vocación y aptitud reales.
Pero puede decirse que Alix Alix era un hombre superdotado que habría sobresalido en cualquier actividad humana que hubiese emprendido. Hombre de gran energía, que había ganado batallas a la adversidad, tenía una actitud a veces un tanto agresiva ante la falsedad y la injusticia. Este aspecto de su temperamento le hizo parecer un hombre duro, como son los que hacen historia.
Pero, era sólo el encubrimiento de una bondad generosa en el saber y en el darse y de una ternura exquisita, ambas integradas en un humanismo ejemplar. La personalidad de Alix, como médico, pasaba por las tres cualidades que la conformaban: una objetividad científica, lograda con su preclara inteligencia y una gran cultura fisio-neumológica, la libertad de espíritu únicamente limitada por la frontera de su gran sentido ético y un respeto integral a la dignidad humana, que le sugería un gran amor al enfermo que confiaba en él. Alix era un liberal doctrinario no dogmático.
Era casi el tipo liberal anglosajón por su perfecta ortodoxia. Y digo así porque no podía ser perfecto siendo y sintiéndose latino cien por cien. Amador de la libertad no la concedía a los prevaricadores, a los que no trabajan y a los que no sirven a la sociedad que para él era un deber ineludible. Con Alix compartimos la inhabitual circunstancia de cruzar la frontera de la cirugía toracopulmonar.
Este hecho coincidió con el «intermedio quirúrgico del tratamiento de la tuberculosis pulmonar» y en nuestro país el enfermo quirúrgico en aquellos días perdía muchas veces su oportunidad terapéutica esperando un cirujano torácico. Ambos lo hicimos porque nuestras vocaciones se correspondían con «L'esprit therapeutique» de Leriche. Hicimos juntos nuestro primer viaje a Estocolmo el año 1946.
Nuestra convivencia durante el mes y medio que duró fue tan grata como íntima y su recuerdo constituye el espíritu de estas líneas que son mi postrer homenaje a aquella bendita amistad. Antes de aquel viaje Alix era un compañero que merecía toda mi consideración y estima.
Después de convivir conocía al hombre. Su bondad su generosidad, su entereza, su sensibilidad y su humanidad consolidaron una amistad y un afecto entrañables. Alix fue sobre todo un varón recto que ha dejado una esposa desconsolada, hijos llenos de nostalgia, y me imagino la honda y profunda tristeza con que dejaría aquel hogar de la calle Castelló, del que había hecho toda la vida, el lugar de su amorosa predilección.
En 1987 escribió este artículo en EL PAIS
Mucho se está escribiendo recientemente sobre los problemas que aquejan a la Fundación Jiménez Díaz, que podrían desembocar, si alguien no lo remedia, en su traslado a Alcalá de Henares desde su histórica ubicación en la clínica de la Concepción de Madrid. Todos estos escritos, en mi opinión registrales, contemplan y analizan la situación. actual de la fundación desde perspectivas diversas por médicos que, en numerosas ocasiones, ni siquiera han estado vinculadas a dicha institución. La conclusión ha sido unánime: hay que salvar la fundación sin trasladarla a sitio alguno.El tema que suscita tanta controversia se nutre, principalente, de tres aspectos:
1. Los problemas económicos de la clínica de la Concepción, con un déficit actual de unos 5.000 millones de pesetas.
2.-La necesidad real de incrementar la asistencia sanitaria en Alcalá de Henares.
3. La pretensión -injustificada, como se verá- de relacionar entre sí estos dos hechos, en detrimento exclusivo de la fundación.
En relación con el primero de los puntos mencionados, es preciso decir que el problema no es de ahora, sino que tuvo su origen en la primera mitad de la década de los setenta. En aquella época fue cuando la Seguridad Social decidió modificar el contrato firmado con la clínica de la Concepción por otro en el que se vio considerablemente mermada la asignación por cama y día. Esta decisión unilaterial de la Seguridad Social, que no pudo evitarse, fue el origen de la aparición de numerosos problemas de índole económica, que fueron incrementándose paulatinamente hasta llegar a la situación actual. Valga como pincelada aclaratoria de este primer problema analizado que la Fundación Jiménez Díaz recibe por acoger enfermos de la Seguidad Social un 60%, aproximadamente, de lo que la propia Seguridad Social paga a sus instituciones sanitarias. Y esto viene ocurriendo desde hace un buen número de años. Existieron además otros aspectos de carácter cualitativo, que no se pueden silenciar por muy lejanos que parezcan en el tiempo. Parece ser que, por aquel entonces, empezaba a sentirse la Administración sanitaria especialmente incómoda por la buena marcha de la fundación en todos los campos que abordaba: asistencial, docencia, investigación, reconocimiento internacional, etcétera.
Este hecho -que refleja una vez más el pecado capital que se nos atribuye a los españoles- coincidió con las medidas que, como se ha dicho anteriormente, tomó la Seguridad Social. Cuando, al poco tiempo de tomarse dichas medidas, la fundación empezó a notar sus nocivos efectos económicos, se recabó de la Administración una explicación sobre el futuro de la Concepción. La respuesta fue muy simple: "Se estaba esperando tranquilamente a que la fundación cayera en sus manos como fruta madura". Desde entonces hasta ahora, el progresivo deterioro económico, heredado del pasado, ha devenido en un conflicto con innumerables e imprevisibles derivaciones que, en un alarde de simplificación por parte de los planificadores, parece ser que se intenta solucionar alejando a la fundación de los centros de decisión político- administrativos.
En cuanto al segundo de los aspectos, es decir, la precaria asistencia sanitaria que se padece en Alcalá de Henares, parece lógica y explicable la preocupación de las autoridades sanitarias por encontrar una solución aceptable. No se trata, sin embargo, de conseguirlo a costa de la fundación.
Madrid
Sin ánimo de hacer comparaciones, puede asegurarse que Madrid padece unos problemas similares, si no superiores, en lo que concierne a asistencia sanitaria a los existentes en Alcalá de Henares. No hace falta ser un especialista en el tema para saber que los hospitales se encuentran sobrecargados, las consultas ordinarias y las de urgencia no se pueden atender como sería de desear y el número de camas disponibles es, a todas luces, insuficiente.
Abórdese, pues, la solución de los problemas sanitarios existentes en Alcalá de Henares sin agravar los que ya se padecen en Madrid. Arbítrense los medios económicos para ello, sin olvidarse de los casi 40.000 médicos jóvenes en paro que existen en la actualidad.
En cuanto al tercer aspecto, es decir, ese intento de hacer creer a la sociedad española que la solución de los problemas sanitarios de Alcalá de Henares mediante el traslado a dicha localidad madrileña de la clínica de la Concepción solucionaría, a su vez, los problemas de dicha fundación, es algo que correspondería demostrar -si es que ello fuera posible a los que han propugnado esta acción.
No se ha oído ni leído, sin embargo, nada realmente convincente en este sentido que demostrara que existiera un mínimo criterio de racionalidad sanitaria que pudiera justificar la toma de tan importante y, al mismo tiempo, grave decisión. Parece ser -por lo que se ha oído comentar- que lo que en realidad apetece es que el recinto quede desalojado para dedicarlo a otros menesteres.
El autor de estas líneas -vinculado desde hace tantos años a la fundación- ha huido deliberadamente de la tentación de ensalzar la inolvidable figura de su fundador, don Carlos Jiménez Díaz, o de realzar la influencia que la clínica de la Concepción ha ejercido en el resto de la sociedad médica española. Otros colegiados, afortunadamente, ya lo han hecho.
Finalmente, es necesario añadir que esta voz se suma a las de aquellos otros que han pedido la solución de los problemas de la fundación y el mantenimiento de su actual emplazamiento, apelando al buen sentido de las autoridades sanitarias actuales. No parece saludable, a estas alturas, tener todavía presente aquello que, hace tantos años, manifestaba Unamuno acerca de la guadaña que parecía estar presta en nuestro país para cercenar la cabeza de aquel que intentase sacarla por encima de la mediocridad histórica.
José Alix Alix es médico consultor jefe de la Fundación Jiménez Díaz.
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