Los expertos han calificado los hedores de la zona en cuatro tipos: "basura”, “aceitoso”, “biogás” y “quemado-ceniza”.
El problema de los olores en Valdemingómez viene de largo... y resta, al menos, un año más. Villa de Vallecas y Rivas son las zonas más afectadas, pero, en función del viento, las molestias alcanzan a sentirse en la Casa de la Moneda, en Getafe o en Perales del Río. "También es relativamente frecuente que lleguen a Vicálvaro y a Valdebernardo", explica Enrique Villalobos, presidente de la FRAVM, a Madridiario.
Solo en el Ensanche de Vallecas hay unas 28.000 viviendas afectadas por los hedores de Valdemingómez. Algunas casas distan poco más de dos kilómentros, el mínimo que marcaba la ley cuando fue diseñado el barrio. Los primeros habitantes llegaron al PAU en 2006. Desde el principio se enfrentaron a un problema al que decidieron plantarle cara. Pero recibieron el "no" por respuesta: que no había olores, que no venían de Valdemingómez...
El Ayuntamiento de aquella época apuntaba a "un vertedero de Pinto y a la gente que acumula basura en la Cañada Real", recuerda Villalobos a este periódico. Pero no se dieron por vencidos, sino todo lo contrario. Se valieron entonces de las nuevas tecnologías: "Hicimos algo tan sencillo como abrir un formulario en la web para que cualquier afectado pudiera indicar el día, la hora, el lugar, el tipo de olor y la intensidad que percibe". Corría el año 2008. Hoy ese registro sigue abierto. Hoy sigue habiendo problemas. La actualización es casi diaria.
Demanda por vulneración de derechos fundamentales
La batalla ciudadana logró su primera victoria en 2012: "Conseguimos que cerrasen la planta de compostaje al aire libre de Las Lomas, en la que, además, no se hacía ningún tipo de tratamiento. Los olores eran brutales", rememora el presidente de la FRAVM. El Consistorio dijo entonces que la contaminación odorífera disminuye en un 75 por ciento. "No estábamos de acuerdo. Como seguían negando el problema, encargamos un estudio olfatométrico para aportar evidencias científicas", explica Villalobos. Financiada por los vecinos, esa investigación concluye que la bajada es de un 25-30 por ciento. Se definen, además, cuatro tipos de olores en Valdemingómez: orgánico (fecal-basura), quemado-ceniza, aceite-almazara y gas-biogás.
"El problema seguía, pero a partir de ahí ya casi no conseguimos avances", expone Villalobos, así que 47 vecinos dan el salto a la vía judicial: presentan una demanda colectiva por vulneración de derechos fundamentales. Es verano de 2015: Ahora Madrid ya ha accedido a la Alcaldía de la capital. En agosto, el Ayuntamiento contacta con la Asociación Vecinal PAU del Ensanche de Vallecas: las negociaciones se traducen en la firma de un convenio entre dicha asociación, el Ejecutivo local y la FRAVM. "Lo más importante" es que el Consistorio "se compromete a hacer un estudio olfatométrico dentro de Valdemingómez, y no fuera", según Villalobos. ¿El objetivo? "Identificar todas y cada una de las fuentes de mal olor y determinar las acciones correctoras necesarias".
Los análisis arrojaron que las fuentes principales de emisión de hedor son el vertedero y las plantas de biometanización, donde se trata el biogás. En estas últimas se acometerán acciones correctoras. "La clave para que el vertedero no huela es que no llegue materia orgánica sin bioestabilizar, es decir, tiene que llegar muy madurada", para lo que se antoja clave un correcto uso del nuevo contenedor marrón. "La apuesta por él aún es bastante tímida, pero contribuiría muchísimo", advierte Villalobos, que pide "no confundir los olores con la incineración".
De las acciones correctoras a las modificaciones
Años después el problema sigue y 2017 se despide con 'parches'. La solución definitiva para los olores aún tardará. "Finales de 2018", estima Villalobos. Confía en que el nuevo año traiga "modificaciones en las plantas", como cambios de biofiltros, la instalación de atmósfera invertida o dobles y triples puertas… De momento, las medidas que se han puesto en marcha son de bajo impacto: por ejemplo, en las plantas de biogás se debería estar añadiendo un producto que reduce la emisión de ácido sulfhídrico. Según explica Villalobos, también se está intentado dar salida con más frecuencia al compost, así como que la basura permanezca más tiempo en los digestores.
Algunos días se logra el objetivo de reducir la contaminación odorífera. Otros, no. Lo sabe bien Verónica Romero, vecina del Ensanche de Vallecas desde el pasado mes de junio. Con un bebé de tres meses, cada día en su nuevo barrio "es una lotería". "Hay momentos en los que no podemos ventilar la casa", narra a Madridiario. "Y a veces el olor es tan fuerte que entra incluso con las ventanas cerradas", añade. El lunes 18 de diciembre, por la noche, en el PAU "apestaba a gas". "Hasta me mareé. ¿Qué estamos respirando?", se pregunta, preocupada, sobre todo, por el pequeño Erik.
Unos días antes, el martes 12, el olor era a basura: "Asqueroso", resume Romero. "Brutal", describe Villalobos. Por todo ello, la FRAVM lo tiene claro: "Cuando hablamos de los olores de Valdemingómez decimos que el problema está encauzado pero no resuelto", afirma su presidente. "El Ayuntamiento está tomando medidas; pero mientras no se acometan las obras, no podemos apreciar soluciones", zanja el presidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid. La contaminación no solo tiene forma de boina; también puede oler a basura, quemado, aceite o gas.
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