Además de la peligrosidad de sus nidos, que llegan a pesar 200 kilos, el CSIC ha constatado que en ciudades como Sevilla las de krammer han destrozado a picotazos a murciélagos autóctonos protegidos.
Desde que la primera pareja de cotorras fuera avistada en el barrio de Canillejas en 1985, la expansión descontrolada de esta especie exótica invasora ha sido exponencial. Aquella suelta, accidental o deliberada, ha generado en apenas una década la mayor comunidad de este tipo de aves de España.
Con cerca de 13.000 ejemplares y más de 4.000 nidos detectados en el último censo realizado en 2019 en la capital, su población se ha multiplicado por seis en los últimos quince años. Para atajar esta plaga -son vectores transmisores de enfermedades y generan problemas para la biodiversidad-, el Ayuntamiento de Madrid ha comenzado esta semana con su captura y eutanasia.
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