El Pacto por la Cañada Real marca este jueves un hito en su calendario. Por primera vez, los vecinos de esta histórica, irregular y transfronteriza aglomeración lineal se reúnen en una asamblea con entidades, partidos y representantes públicos. Sus aportaciones serán valoradas en el proceso de transformación a largo plazo que pretende resolver los particulares problemas de cada 'cañada'.
La Cañada Real Galiana es singular solo en el nombre. A lo largo de sus 16 kilómetros, este antiguo camino pastoril conecta Madrid, Coslada, San Fernando de Henares, Rivas Vaciamadrid y Getafe. Conecta, también, infraviviendas con chalés, huertos urbanos con escombreras, sedes de asociaciones con puntos de venta de droga, iglesias evangélicas con católicas y estas con mezquitas.
La Cañada Real Galiana es singular solo en el nombre. A lo largo de sus 16 kilómetros, este antiguo camino pastoril conecta Madrid, Coslada, San Fernando de Henares, Rivas Vaciamadrid y Getafe. Conecta, también, infraviviendas con chalés, huertos urbanos con escombreras, sedes de asociaciones con puntos de venta de droga, iglesias evangélicas con católicas y estas con mezquitas.
Este jueves, la antigua fábrica de muebles -nodo en el que alquilan su sede un puñado de entidades que operan en el terreno- acoge una cita que, sin rubor, algunos califican de histórica. Por primera vez, estas asociaciones, directores generales de la Comunidad, representantes de distintos ayuntamientos y de todos los partidos políticos se verán las caras a la vez con los vecinos de la barriada en una asamblea. La reunión constitutiva de este órgano -el único mixto que prevé el Pacto por la Cañada- se celebrará en este simbólico emplazamiento, que daba trabajo hasta su cierre y que ahora se ha convertido en atalaya sobre el serpenteante recorrido del sector 6, el más extenso.
Necesidades por centímetro cuadrado
El encuentro sirve para crear las mesas de trabajo que se encargarán de dar forma a las variopintas reivindicaciones de los residentes, unas 7.200 personas, según las estimaciones más escuetas. Estas propuestas deberán pasar luego a rúbrica de las autoridades, en el Comité Ejecutivo, y su implementación será vigilada por la Comisión de Seguimiento, de carácter político. Pero, para eso, aún quedan años. El trabajo en la Cañada promete ser de fondo, poliédrico, de resolver de centímetro en centímetro cuadrado.
"Luz, agua y viales". Para el padre Agustín, el párroco de la Iglesia de Santo Domingo de la Calzada, las necesidades más urgentes que debe atender el pacto están claras. Sobre el altar de su templo sirve desayunos a los que lo necesitan, con un Madrid indolente de rascacielos al fondo. "Sin esas tres cosas, no hay dignidad posible", explica.
En los sitios más deprimidos, la electricidad se crea en generadores y el agua llega en bidones. El suelo, en otros tramos, está sin asfaltar y las plazas públicas son explanadas rodeadas por los camiones de Valdemingómez. Los vecinos han creado una larga numeración repleta de subdivisiones, espontánea, a veces acompañada de nombres propios escritos con pintura -'Sandra', 'Arón', 'Alicia', 'Richar'-. Pero sin un callejero oficial, fallan los accesos, los buzones y las cartas no llegan. "Eso puede hacer que una familia se quede sin su único ingreso, la renta mínima de inserción, por ejemplo", explica Susana Camacho, de la Fundación Secretariado Gitano.
"Luz, agua y viales". Para el padre Agustín, el párroco de la Iglesia de Santo Domingo de la Calzada, las necesidades más urgentes que debe atender el pacto están claras. Sobre el altar de su templo sirve desayunos a los que lo necesitan, con un Madrid indolente de rascacielos al fondo. "Sin esas tres cosas, no hay dignidad posible", explica.
En los sitios más deprimidos, la electricidad se crea en generadores y el agua llega en bidones. El suelo, en otros tramos, está sin asfaltar y las plazas públicas son explanadas rodeadas por los camiones de Valdemingómez. Los vecinos han creado una larga numeración repleta de subdivisiones, espontánea, a veces acompañada de nombres propios escritos con pintura -'Sandra', 'Arón', 'Alicia', 'Richar'-. Pero sin un callejero oficial, fallan los accesos, los buzones y las cartas no llegan. "Eso puede hacer que una familia se quede sin su único ingreso, la renta mínima de inserción, por ejemplo", explica Susana Camacho, de la Fundación Secretariado Gitano.
A vueltas con las demoliciones
"Además de esto, a la gente le preocupa su casa, saber si va a haber derribos", señala. Esta es la cuestión más mediática, la que hace años sirvió de llamada de atención sobre la Cañada y que ha vampirizado tanto su imagen como la droga. El Pacto contempla desmantelar el sector 6 y consolidar las viviendas que se encuentran en Coslada durante los próximos dos años. Ese extremo es lo más parecido a un pueblo cualquiera, aunque las casas estén sobre parcelas de distintos propietarios y eso asome un quebradero inmenso de cabeza. "Es una muestra del encaje de bolillos que hay que hacer", ilustra el padre Agustín. Resuelto esto, se examinará la situación del resto de sectores, divididos así, por cierto, por las carreteras que los cortan.
Hoy, muchas infraviviendas se alternan con escombreras y tapias a medio tirar por las que se pasean animales y que, incluso, llegaron a ser focos de infecciones erradicadas. Pese a los fugaces grafitis que hay contra los derribos, las autoridades han seguido demoliendo las viviendas cuando en ellas han tenido constancia de que ahí se vendía droga. Cuando eso ocurre, la Policía debe escoltar las excavadoras. Ahora no se permite consturir más.
Hoy, muchas infraviviendas se alternan con escombreras y tapias a medio tirar por las que se pasean animales y que, incluso, llegaron a ser focos de infecciones erradicadas. Pese a los fugaces grafitis que hay contra los derribos, las autoridades han seguido demoliendo las viviendas cuando en ellas han tenido constancia de que ahí se vendía droga. Cuando eso ocurre, la Policía debe escoltar las excavadoras. Ahora no se permite consturir más.
La mirada 'real'Las entidades, por contra, defienden que la Cañada es plural y que en ella hay héroes de pocos años que son capaces de levantarse en invierno, recorrer una hora la barriada entre la noche y el lodazal y coger un bus para llegar al colegio. Hay más de 2.500 niños, muchos, hijos de población analfabeta, y son ellos los que la mayoría de las veces deciden a los 6 si van al colegio o no. Por eso, que lo hagan en esas condiciones, tiene un valor extremo. "Imagínate si te hubieran dado a escoger", interroga Daniel Ahlquist, de Cruz Roja.
En las asociaciones, los pequeños encuentran el apoyo para vivir lo más parecido posible al resto de chavales de su edad, compañeros de clase que en ocasiones residen a dos calles y en viviendas normalizadas, como en Rivas. En la Cañada también hay tiendas de barrio de comestibles y chucherías, bares, alguna chatarrería, cubos de basura, ventas de recambios y neveras, parras, frutales y hornacinas coronadas con vivas a la Virgen del Rocío.
De ahí que la docena de organizaciones del Tercer Sector que trabajan en la Cañada hayan creado un 'lobby' de comunicación, que se presentó en sociedad hace un mes y que ha organizado recientes visitas guiadas para la prensa. La idea es aprovechar la ola de unanimidad política que se ha conjurado por primera vez en décadas para lavar la mirada social que se arroja sobre este espacio y que tanto estigmatiza a sus moradores.
Ponen de ejemplo la nueva línea de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) que conecta el lugar con Puerta de Arganda. "Se ha dicho que es un autobús para consumidores de droga, pero no es real. La parada está a kilómetros de la zona de venta. Muchos de nosotros vivimos más cerca de puntos de tráfico", señalan desde Cruz Roja.
Las carencias vitales existen, como las tensiones. Las hay de tipo económico, entre los vecinos históricos y los recién llegados, entre las etnias -indiferentes, segregadas por tramos, pero con un sentimiento interno de comunidad que temen que los realojos rompa-, entre el norte y el sur y entre los compradores de cualquier raigambre que acuden a comprar droga en el escaso kilómetro y medio en el que está localizado el tráfico. Es ahí, en deshacer este entuerto, donde el Pacto mostrará su utilidad.
Ahora, las entidades alertan del necesario esfuerzo de mediación que se va a necesitar, al menos, durante la próxima década, el mínimo tiempo estimado para que el plan dé sus frutos. "No sabemos cuál es la foto final, pero sí que, aunque habrá gente que pierda, todos podemos ganar y habremos generado un modelo para resolver conflictos", señala el párroco.
Ponen de ejemplo la nueva línea de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) que conecta el lugar con Puerta de Arganda. "Se ha dicho que es un autobús para consumidores de droga, pero no es real. La parada está a kilómetros de la zona de venta. Muchos de nosotros vivimos más cerca de puntos de tráfico", señalan desde Cruz Roja.
Las carencias vitales existen, como las tensiones. Las hay de tipo económico, entre los vecinos históricos y los recién llegados, entre las etnias -indiferentes, segregadas por tramos, pero con un sentimiento interno de comunidad que temen que los realojos rompa-, entre el norte y el sur y entre los compradores de cualquier raigambre que acuden a comprar droga en el escaso kilómetro y medio en el que está localizado el tráfico. Es ahí, en deshacer este entuerto, donde el Pacto mostrará su utilidad.
Ahora, las entidades alertan del necesario esfuerzo de mediación que se va a necesitar, al menos, durante la próxima década, el mínimo tiempo estimado para que el plan dé sus frutos. "No sabemos cuál es la foto final, pero sí que, aunque habrá gente que pierda, todos podemos ganar y habremos generado un modelo para resolver conflictos", señala el párroco.
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