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El Marqués de Esquilache se refugió en San Fernando de Henares el día del Motín

Tal día como hoy, en 1766, se inició, en la Plaza de Antón Martín, el motín de Esquilache. La revuelta fue masiva y llegó a considerarse como una amenaza a la seguridad del rey Carlos III
El Marqués de Esquilache se refugió en San Fernando de Henares el día del Motín y el municipio acogió a los amotinados castigados por el régimen en el Real Hospicio de San Fernando hoy edificio del Ayuntamiento.

El motín fue una revuelta de carácter social con reivindicaciones políticas y económicas pero en ningún momento se manifestó ningún sentimiento popular contra el poder real o contra los privilegios de la nobleza española. La causa principal de la revuelta fue la subida de los precios de los alimentos de primera necesidad que produjo una situación de hambre que se atribuía a las medidas de reforma económica promovidas por el marqués de Esquilache, el principal ministro del rey.

Los amotinados comenzaron su marcha asaltando un cuartel en la plaza de Antón Martín para conseguir sables y fusiles. Caminaron por las calles de la capital hasta que en la puerta de Guadalajara detuvieron el carruaje del duque de Medinaceli que, tras enterarse de las revueltas, regreso rápidamente de su cacería en la Casa de Campo. Les prometió a los amotinados, con el fin de calmar los ánimos, que hablaría con el rey para mostrarle el descontento de la población. Sin embargo, los amotinados siguieron su marcha a pesar de las promesas del duque y asaltaron la casa de Esquilache, aunque este había huido a San Fernando de Henares.

La consecuencia política principal del motín se limitó a un cambio de gobierno que incluía el destierro del marqués de Esquilache que se había hecho extraordinariamente impopular como consecuencia de la prohibición de algunas vestimentas tradicionales. Esquilache pretendía prohibir el uso de la capa larga y el chambergo porque decía que el cubrirse con esa vestimenta permitía el anonimato y la facilidad de esconder armas.

El motín de Esquilache se extendió por otras ciudades de España como Cuenca, Zaragoza, Barcelona, Sevilla, Cádiz, La Coruña, Oviedo o Santander, entre otras. A pesar de ello, no hubo ningún tipo de coordinación entre ellas, ni hubo ninguna continuidad.

Esquilache finalmente partió al destierro y el conde de Aranda, capitán general de Valencia, se convirtió en el hombre fuerte del nuevo gobierno que, posteriormente, se identificó con la etiqueta de partido aragonés.
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